Me admira que, tantos días después, sigamos pegados a la catarata de las páginas necrológicas de Mandela sin repulsión ni hastío, que es lo que se suele experimentar en este tipo de hemorrágicos ditirambos mortuorios. De Mandela, en cambio, nos interesa todo, desde los magníficos textos de Carlin hasta las imágenes de esa fiesta interminable que está siendo su despedida. La intensidad de nuestro interés nos da la medida de lo muy necesitados que todos estamos de creer en lo que Mandela representa: alguien a quien la adversidad no doblegó, a quien el odio no envenenó, a quien el poder no corrompió. Era un político que honró la política.
Corren malos tiempos para la democracia. Veo en todo el mundo una crisis en la credibilidad de este sistema, un creciente enojo ante sus abusos evidentes, ante su hipocresía y su cinismo. Nadie parece confiar en los políticos: la frase “todos son iguales” es el lema de moda. Y los únicos que parecen un poco menos iguales, justamente, son los que preconizan las hogueras purificadoras y la mano dura. Quiero decir que veo brotar por doquier la flor negra de la añoranza de la tiranía. Haber nacido en una dictadura me vacunó contra ello, pero el mundo está lleno de ignorantes que, escandalizados por las corruptelas democráticas, creen que los sistemas dictatoriales son más limpios sólo porque son infinitamente más opacos: no sólo la porquería y los abusos no trascienden, sino que además dan respuestas simples a los problemas complejos y luego se encargan de ocultar todo el daño que esa simplificación ha provocado. Yo sigo creyendo, en fin, que la democracia es el sistema menos malo, y que, con todas sus contradicciones, ha permitido mejorar notablemente la situación del mundo. Y también creo que no hay que rendirse y que hay otra manera de hacer política. Lo demostró Mandela.
1. Posible Resumen
Varios días después de la muerte de Mandela la gente no está cansada de oír hablar de él debido probablemente al respeto que inspira. En un momento en el que la democracia está muy discutida y aparecen opciones políticas que ofrecen salidas fáciles a la crisis, sin embargo, pese a sus defectos sigue siendo el sistema político menos malo.
La falta de confianza en los políticos y la democracia actual
3. Posible división en partes
2.La democracia está desacreditada debido a la existencia de políticos corruptos
2.1. La idea de que todos los políticos son igualmente corruptos e incapaces hace que mucha gente desee la vuelta de la tiranía 2.2. Aparecen populismos de todo signo que defienden sistemas totalitarios que parecen más limpios solo porque son más opacos.
3. Frente a los populismos de todo signo, la autora defiende la democracia como el mejor de los sistemas posibles y remite a Mandela como ejemplo de que el sistema político puede funcionar.
4. Comentario crítico del texto
En este artículo publicado en El País, la autora, Rosa Montero
toma como excusa el interés y la admiración que todo el mundo siente por
Mandela para defender la figura del político honrado, que ha hecho de su vida y
de su actividad pública un ejemplo de servicio público.
La figura del político en la actualidad es muy poco valorada
debido a la cantidad de casos de corrupción política o de personas cercanas a
la política y a la vida pública en general. Hay días en que son tantas las
noticias sobre corrupción y derroche que aparecen en los medios de comunicación
que da la impresión de que todos los políticos son iguales, de que no merece la
pena votar, de que da igual quien gobierne. Esta situación es peligrosa porque
hace que el ciudadano se desentienda de la vida pública, que no olvidemos, es
cosa de todos. Otro de los problemas que señala Rosa Montero en el artículo y
que pueden considerarse como consecuencia del desencanto hacia los partidos políticos
y su práctica es el surgimiento de agrupaciones y partidos políticos extremos,
que defienden un populismo que proporciona soluciones fáciles a todos los
problemas de la sociedad.
La proliferación de este tipo de grupos si es peligrosa, porque
por muchos problemas que haya dentro de los partidos políticos y muchas malas
prácticas, también hay un control, una forma de trabajar que parte de la realidad
y busca soluciones posibles, aunque no siempre al gusto de todos.
Los populismos, en cambio, proponen soluciones fáciles,
gratificantes en un primer momento, pero que, si pensamos un poco, no dejan de
ser propuestas demagógicas: ¿Cómo podemos crear comedores sociales solo para
españoles cuando son miles los jóvenes de nuestro país que están buscándose la
vida como inmigrantes? ¿Queremos que estos españolitos, exiliados económicos
vivan en un estado de exclusión en los países a los que llegan?
Por otra parte, es el propio sistema democrático el que acaba siendo
cuestionado. Una de las características de un estado democrático es la libertad
de expresión y de prensa. Esto hace que se vigile a los políticos, a los
jueces,… a todo el que es alguien en la vida pública. Se hacen visibles las
conductas reprobables, incluso las que no tienen nada que ver con la vida
profesional, pero que contribuyen a dar una buena o mala imagen de quien
desempeña un cargo. Nadie pondrá en duda, supongo que la libertad de prensa es
importante, imprescindible en un estado democrático, pero hay quien lo utiliza
como talón de Aquiles del sistema argumentando, por ejemplo, en el caso de
España, que estas cosas con Franco no pasaban, que se necesita mano dura, que
si te manda solo uno es mejor que si te mandan varios…
En realidad los regímenes totalitarios son mucho más corruptos que
los democráticos, pero al no haber libertad de prensa ni de expresión no hay
manifestaciones, los periódicos se secuestran si publican algo que moleste al
régimen, sea de izquierdas o de derechas.
No
existen soluciones fáciles para las cosas difíciles, solo podemos contribuir
todos en la vigilancia de las instituciones y las personas que las ocupan
durante un tiempo determinado. También debemos ser conscientes de que la
democracia se basa en que cada persona tiene un voto y todos los votos valen igual,
aunque solo votemos cada cuatro años, aunque creamos que da igual, no es así,
es nuestra misión como ciudadanos, nuestra parte del contrato social que
debemos desarrollar de forma tan responsable como pedimos a los políticos que
ejerzan la suya.
Como profesor de 2º de Bachillerato, con todo el dolor de mi corazón, tengo que decirte que este comentario adolece de errores graves y no lo veo pertinente como modelo.